Actualmente la matriz energética argentina se encuentra en plena etapa de transformación gracias al aprovechamiento de nuevas fuentes. Las energías renovables y los Hidrocarburos No Convencionales (HNC) están jugando un papel central como nunca antes sucedió en la historia de nuestro país. Su desarrollo en paralelo, no obstante, es motivo de constante debate en el sector energético, en virtud de los intereses afectados y las implicancias en términos económicos, sociales y ambientales de cada alternativa.
Gran parte lo ve como una contradicción, fundados en datos en su mayoría errados, cuando el argumento subyacente es la imposibilidad de capturar un mercado doméstico limitado y en menor medida, la dificultad de atraer las inversiones necesarias para el desarrollo de ambas en simultáneo. La realidad es que su abordaje conjunto constituye una oportunidad única para nuestro país que no debemos desaprovechar, ya que nos lleva a disponer de una matriz diversificada, accesible, limpia y sustentable, con potencial de generar divisas, mejorar las cuentas fiscales y promover un crecimiento de largo plazo.
La finalidad de los objetivos de obtener gas natural a precios convenientes, sustituyendo combustibles líquidos en el mercado doméstico y abriendo nuevos mercados de exportación, y el de diversificar la matriz energética con renovables, cobra fuerza en un contexto en el que los altos costos de acumulación y el acotado alcance de los intercambios transfronterizos limitan el desarrollo masivo de altos porcentajes de penetración de fuentes intermitentes, como el viento o el sol, a pesar de sus innegables bondades.
En la Argentina el futuro de la energía en despierta una serie de interrogantes asociados a las fuentes a desarrollar, las inversiones requeridas por cada alternativa y las políticas necesarias para su efectivo abordaje. La abundancia de recursos naturales de nuestro territorio nos posiciona en la ventajosa circunstancia de poder elegir qué matriz energética resulta más compatible con el objetivo de alcanzar un desarrollo sostenible al menor costo, por lo que el diseño de una planificación energética de largo plazo emerge como una cuestión central. La fuerte dependencia a los combustibles fósiles acarrea consecuencias económicas y ambientales que deben sopesarse.
De este modo, la transición hacia una mayor diversificación en base al aprovechamiento de las fuentes renovables de energía constituye una oportunidad económicamente conveniente, además de una exigencia ambiental. El desarrollo de largo plazo de las energías renovables enfrenta dos desafíos principales: la disponibilidad de capacidad de transporte y el acceso al financiamiento. Respecto al primero, la expansión de las redes de alta tensión constituye una necesidad primordial para permitir el despliegue de nuevos proyectos de gran escala (por sobre los ya adjudicados) y acelerar la inserción de las renovables en la matriz.
No obstante, el éxito estas convocatorias, se encuentra vinculado al segundo gran desafío, referente a la estabilidad macroeconómica y al acceso al financiamiento. La viabilidad de los proyectos de largo plazo, como los asociados a la generación y al transporte de energía, requiere de condiciones financieras accesibles en la medida que implican el desembolso de grandes inversiones en períodos cortos, pero de largo repago. Esta situación no es ajena al resto de las necesidades de infraestructura que afronta el sector y el país.
Uno de los principales desafíos, en referencia al desarrollo a gran escala de los HNC, se vincula también con la atracción de inversiones, necesarias en este caso para la explotación y el transporte del recurso, estimadas en decenas de miles de millones de dólares para los años venideros. Asimismo, la evolución del precio internacional del petróleo, influenciado en gran medida por una creciente y vertiginosa electrificación del transporte a escala global, sumado a cuestiones geopolíticas complejas, constituye una variable de relevancia en la explotación futura de este recurso. El objetivo de producir un volumen de energía que duplique, como mínimo, al actual impone la necesidad de convertirnos en exportadores netos, lo que sólo será alcanzable a través del despliegue de infraestructura específica (gasoductos y plantas de licuefacción), y una alta competitividad internacional en costos de producción (upstream), situación que Argentina no tiene por qué no alcanzar en un futuro cercano.
El ingeniero Sebastián Kind, subsecretario de Energías Renovables de la Nación manifiesta que para superar el desafío vinculado a captar inversiones para el desarrollo simultáneo de ambas fuentes de energía y de la infraestructura asociada requiere de reglas de juego claras y previsibles, que las blinden todo lo posible del riesgo país y permitan que el despliegue del capital se sostenga en el tiempo, permitiendo la formación de precios a través de mercados competitivos. Tenemos la posibilidad de llevar adelante una política energética de largo plazo que congregue a las fuentes renovables con los HNC dentro de un objetivo común de desarrollo económico, limpio y sostenible.
Agrega Kind; “me niego a aceptar que podamos darnos el lujo de decirle NO a semejante oportunidad”. Las energías renovables enfrentan dos desafíos: la disponibilidad de capacidad de transporte y el acceso al financiamiento para su desarrollo. “Su abordaje conjunto constituye una oportunidad única para nuestro país que no debemos desaprovechar, ya que nos lleva a disponer de una matriz diversificada, accesible, limpia y sustentable”, concluyó.