El océano Ártico esconde una cantidad desconocida de recursos naturales, por debajo de las imponentes placas de hielo y de los gélidos vientos, los cuales ya están en la mira de Rusia.
Se hablan de miles de millones de barriles de petróleo y billones de metros cúbicos de gas natural. Y aunque otros países como Dinamarca, Noruega, EE.UU. y Canadá ya mostraron interés en realizar exploraciones, es Rusia el único que ha presentado el Proyecto Iceberg, un ambicioso plan para obtener dichos recursos teniendo en cuenta las condiciones agresivas de la zona.
El proyecto Iceberg propone “el desarrollo de campos de hidrocarburos con total autonomía bajo el agua, bajo el hielo, en los mares del Ártico con severas condiciones de hielo”, lo cual se traduce en el uso de submarinos robots para la búsqueda de petróleo y gas natural.
En el Ártico las aguas tienen hasta 5 kilómetros de profundidad y gran parte de la misma es hielo, lo cual lo coloca como una de las zonas más difíciles para realizar perforaciones. Sin embargo, Rusia ya viene realizando trabajos de perforación desde la caída de la URSS. Sin embargo, existen voces que consideran poco realistas las metas de Rusia y especulan que se trata de un plan de fortalecimiento militar.
El plan contempla el lanzamiento de plantas nucleares submarinas, las cuales se planean poner en operación en el 2020 y que servirán como paradas para los submarinos no tripulados que se utilizarían en la búsqueda de petróleo. En marzo del 2017, el primer viceministro de Rusia, Dmitry Rogozin, manifestó que el territorio del Ártico debería ser “de paz y cooperación” con las demás naciones.
En agosto de 2017 Rusia envió dos submarinos a 4,200 metros bajo el Polo Norte para plantar una bandera de titanio en el fondo del mar y reclamar el territorio.
Rusia ya busca un despegue de su economía para este año, pues el 2017 solo logró cerrar un crecimiento de 2% del PBI debido a las múltiples sanciones recibidas en el ámbito internacional. La cifra les resulta insuficiente. Según las estadísticas oficiales, los ingresos de la población arrastran una pérdida acumulada de 19% en los últimos cuatro años.